jueves, 15 de marzo de 2012

Cuerpo, metal y silencio

Lunes 29 de Agosto del 2011  2:45AM 

Ambos estaban enfadados, por una de esas tonterías por las que se molestan los matrimonios, esas platicas a marchas forzadas que se inician para romper el silencio que la monotonía impone, pero que si se llega a presentar “el caballero desacuerdo” y “la dama terca”, terminan en discusiones, en corajes, en adjetivos de todo tipo, terminan en otro silencio incomodo en el que la monotonía restriega en sus caras la victoria cuando alguno de ellos piensa “mejor no hubiera dicho nada” y se traga su orgullo por el bien de la integridad física del otro. Sintió arder su tráquea y su estómago inflarse a punto de reventar, pero decidió detenerse antes de arruinar aquella noche de luna llena y cielo despejado.

-Vayamos a cenar, mañana habrá tiempo de discutir de nuevo, anda, yo conduzco.- 

Subieron al auto, y la tensión que apestaba ahí dentro, fue disipada por el disco de jazz que le grabó y regaló aquél día de su cumpleaños. 

El lugar era exactamente igual que cuando se conocieron, se sentaron en la mesa de siempre, ordenaron el platillo de siempre, incluso el mismo vino que acompañó aquel primer beso, no sabían si al decir algo empeorarían las cosas, así que decidieron no decir nada y se dispusieron a comer, todo estaba delicioso y las felicitaciones al chef no se hicieron esperar, la cena terminó más rápido de lo esperado, era hora de regresar. 

Después de todo la cena no había estado tan mal, ambos se esforzaron y había valido la pena, algunas sonrisas, impulsadas de recuerdos y gotas de vino se escapaban y se contagiaban dentro del auto. Llegaron a casa y apagó el motor junto a la acera, un silencio bastante cómodo, otras sonrisa y una ceja levantada insinuaban haber olvidado lo pasado, un dulce beso para salir del auto y preparar las llaves de la entrada de la casa, pero no fue así. 

Justo sus pies tocan el concreto y su cabeza se asoma por arriba del toldo cuando su cuerpo entero desaparece junto con la puerta del auto por un estruendo y una potente luz blanca. La monotonía se dejó ganar cobrando muy caro, la luz blanca se sigue de largo mientras aún se escucha rodar un bulto entre pedazos de metal. 

Las luces de las casas vecinas se encendieron, en el auto, sin querer salir para ver el cuerpo, se encontraba inmóvil, en silencio.

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